Modelos
Mentales
Por: Lourdes Avellaneda, Coach Ontológico - Facilitadora en Intervenciones Sistémicas - Maestra en Comportamiento Organizacional y Recursos humanos
Cuando alguna vez escuché el termino Modelo Mental, lo relacioné - no sé
porque motivo - a la ciencia. No tenía claro a que se refería ese término tan
raro y sin embargo, luego comprobé que era muy poderoso, sobre todo para
entender como pensamos y actuamos los seres humanos, al momento de relacionarnos
o interactuar con otros.
El término Modelo Mental hace referencia a algo tan sencillo como son los patrones o filtros que adquirimos desde niños, durante nuestra crianza y desarrollo, los cuales se condicionan por nuestra historia o experiencia de vida, nuestra cultura y valores, nuestra forma de expresarnos, nuestros paradigmas y creencias, nuestra biología o sentidos, aspectos que se encuentran enraizados en cada persona y que definitivamente condicionan nuestro comportamiento: a través de los mismos percibimos, analizamos e interpretamos, todo tipo de circunstancias en nuestra vida.
Se considera en los Modelos Mentales a los paradigmas o las creencias, las mismas que son juicios que tenemos sobre determinadas circunstancias y que nos conducen a tomar decisiones, a generar acciones o quizás evitarlas, operando desde nuestra “creencia asumida”. Son importantes porque “nos hacen creer que la vida es como la vemos”, es decir que nosotros somos los que “tenemos la verdad absoluta” y por ello, se suele confundir la realidad, que es nuestra interpretación y no la de los otros.
Por ejemplo, alguna vez escuché decir “los hombres no deben llorar”, hasta una canción se creó para esa creencia, y:
- ¿Por qué no podrían hacerlo?
- ¿Es acaso menos hombre el que llora?
- ¿Qué tan malo puede ser exteriorizar alegría o dolor, a través del llanto?
- ¿Esto es precisamente de esa forma o, es solo la creencia implantada a la luz de mi experiencia?
- ¿Quién creó este escenario?
Esto no quiere decir que “se es menos hombre por llorar”. Es solo una creencia. Lo que planteo es que participamos en la creación de nuestros resultados, sencillamente a través de nuestras creencias al generar acciones o reacciones.
Las creencias que forman nuestros paradigmas no pueden clasificarse como “buenas”, ni como “malas”. Más bien, se clasifican en base a “qué tanto nos alejan o nos acercan” de lo que queremos lograr o, de aquello a lo que le damos valor.
Cambiar a través de la consciencia, implica abrir nuestros ojos y darnos cuenta de que nuestras creencias no necesariamente son las únicas o son la mejor forma de hacer las cosas: será a partir de ello, que podemos empezar a identificar cuáles de nuestras creencias no nos apoyan y la posibilidad de transformar las que necesitan ser transformadas.
Recuerda: “Tú creas, lo que crees”.
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