La
resiliencia: Una infancia infeliz no determina la vida, desde el aporte intelectual de Boris Cyrulnik
Por:
María Lazo (*)
“Eres una chiquilla imperiosa!
Esa
era la frase que a los siete años mi madre enojada me repetía casi a diario. Siendo
la sexta de nueve hijos y sin posibilidad de ir a la escuela, reservada a los
varones y a una que otra niña, me iba animada y voluntariamente a espigar arroz,
cerca a los obreros de la hacienda donde vivía y ganaba algo de dinero para la
casa. Ocho años después, estudiaba por las noches y por el día, trabajaba en la
ciudad. A los cuarenta años de edad era diseñadora de modas para la tienda Sears Roebuck en la capital. Hoy, mamá
de cinco empresarios y bisabuela de diez bisnietos, disfruto mi vejez y, mis
hijos y nietos me complacen. (Francisca 90 años)”.
La resiliencia humana, dicho en forma simple, es la capacidad de
sobreponerse a las situaciones adversas transformándose en mejor persona que
antes.
¿Cuál
es el secreto para sortear la adversidad y convertirla en una oportunidad?
Boris
Cyrulnik,
neuropsiquiatra, etólogo (etología: especialidad en el estudio del
comportamiento humano) ha desarrollado el concepto de resiliencia humana como un renacer del sufrimiento y afirma que es
fundamental que los padres contribuyan para que los niños desarrollen en una
infancia temprana rodeado de amor y seguridad. Sin embargo, explica, los casos
de severos sufrimientos, de inseguridades o aún de crisis traumáticas, que pueden
permitirle desarrollar resiliencia
cuando alguien creyó en él, en algún momento de su vida.
“Conseguí superarlo” dicen asombradas las personas que logran la resiliencia, cuando tras una herida aprenden
a vivir de nuevo. Sin duda, ese paso de la oscuridad a la luz, es una cuestión
que exige aprender a vivir una vida distinta.
Aunque el crecimiento y
superación humana es un proceso constante, cuando escuchamos una historia de resiliencia, entendemos que tras ello
hay un camino de dolor, sufrimiento, conciencia, decisión, superación y, sobre
todo, de ¡acción!
Cyrulnik advierte que las experiencias quedan
registradas en el cuerpo, en la memoria y por ello es fundamental atravesar por
un lento trabajo de cicatrización: “para
atenuar el sufrimiento hay que cambiar la idea que tenemos sobre lo que
ocurrió, al punto de reformar la representación de mi dolor ante los ojos de
los demás”. En otras palabras, si yo me siento un patito feo, me comportaré como un patito feo y me mostraré como tal.
Si yo me paso los días contando mi dolorosa historia, con mi voz de
lamento y mis gestos de reclamo o de víctima, así es como seré visto y así es
como viviré.
Buscar ayuda es un paso
necesario para salir de mi perspectiva de dolor. Cuando logro cicatrizar mi
herida empieza la metamorfosis, sólo empieza, no termina, es un trabajo
permanente y el patito feo debe tener
conciencia de que esa cicatriz es sensible. Sólo con esa conciencia podrá tener
una existencia de cisne fortalecido y
victorioso que resignifica su dolor, para convertirlo en aprendizaje y
conciencia de ser una persona que sacó algo positivo de la experiencia de vida,
que le tocó vivir. El dolor y el sufrimiento no se olvidan, pero la disposición
a transformarnos nos hace ver ese pasado con una mirada compasiva.
Hay mucho que decir y
compartir con Boris Cyrulnik: seguiremos
en esto.
Referencias
* Boris_Cyrulnik: https://es.wikipedia.org/wiki/Boris_Cyrulnik
* Artículo basado en “Los
patitos feos”, Boris Cyrulnik - Capítulo 1: resumen
(*) Facilitadora para el
desarrollo personal.
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Saludos Maria. Este proceso, esta metamofosis tal vez se pueda trabajar desde las escuelas. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante artículo. Y creo también que si desde muy niños uno de nuestros padres nos ayuda con mucha serenidad aceptar y superar un echo doloroso o traumático. Nos da las bases para ser personas resilentes.
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