Gratitud por
los ciclos: una forma consciente de caminar la vida
Por: Silvia Espiritu, Coach - Acompañante de Procesos Sagrados Femeninos y Formadora en Emprendimiento
Muchas veces, cuando describimos nuestros momentos de confusión, solemos usar la expresión “Estoy caminando en círculos”. Muchos años, creí que esa expresión resumía muy bien mi falta de gestión personal y emocional. “Y ahí vas de nuevo volviendo a caminar por lo mismo”, me decía en forma de regaño: es curioso, como muchas veces, somos nosotros mismos los que nos decimos las cosas más duras.
Con los años, cansada de decirme eso, empecé a comprender la naturaleza cíclica de la vida. Uno de mis primeros acercamientos a esa sabiduría, fue de forma casual. Regresaba del trabajo una bella tarde, hace muchos años, el sol se ponía en el horizonte y el color del cielo era de un anaranjado precioso, cuando de pronto algo me llamo la atención: era la higuera de mi vecino. Me acerqué y la vi con extremada contemplación. El árbol estaba totalmente desnudo, sin hojas, parecía que estaba muerto y me dio mucha pena verlo así. Mientras lo veía, toqué sus ramas y su tronco con cariño y me despedí. Pasaron los meses y olvidé el asunto, hasta aquel día que lo volví a ver y estaba verde, lleno de higos, era tan hermoso y no podía creer como de ese árbol seco y casi muerto pudiera nacer tanta belleza: algo en mi corazón, emergió ese día.
Y, ¿si soy cómo ese árbol? me pregunte. Y, si, a veces
paso por experiencias que me hacen sentir como aquel árbol seco que conocí,
pero después también, vivo momentos donde me siento con tanta vitalidad, llena
de vida y color.
La vida es cíclica,
en muchos sentidos y en diferentes dimensiones. A veces, todo parece brillar y
nos enamoramos de los nuevos inicios, de esa primavera que
vivimos y creemos que será eterna. Nos aferramos tanto a la primavera
que cuando viene el momento de sostener, de comprometernos, nos cuesta. Añoramos
la ligereza del inicio y no comprendemos que todo crecimiento y maduración nos
pide saltar, nos pide convertirnos en ese verano
que llega a nuestra vida. Después, cuando ya nos sentimos expandidos, dichosos
y plenos en el verano, viene el otoño
mostrándonos que para continuar creciendo, requerimos soltar, que hay hojas que
requieren caer y la melancolía nos acoge profundamente y lo hace, porque no entendemos
que el otoño no es eterno. No es el otoño de nuestra
vida lo que nos lleva incluso al sufrimiento, sino la creencia que será eterno
lo que nos acongoja muchas veces. Finalmente, cuando las hojas han caído y eso
que ya no está al servicio de tu crecimiento ha caído, llega la calma y ese invierno
aparece para invitarte a encontrar en tu interior, la simpleza del aprendizaje
de la experiencia vivida para volver a renacer, una vez más.
La vida es cíclica
en todo el sentido de la palabra y nos invita - constantemente - a no aferrarnos
a sus etapas, a permitirnos brillar, madurar, soltar e integrar lo aprendido, para
volver a empezar una vez más
¿Te atreves a caminar en círculo y en espiral, una vez
más?
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