De cuando vivimos enojados con el mundo…
Por: Narda Velarde, Coach - fundadora en
Warmicoach
¿Es qué realmente necesitamos recurrir al
enojo? ¿Por qué debemos tolerar situaciones hasta que no tengamos otro remedio
que explotar? ¿No será que ante la imposibilidad de nombrar una necesidad, reaccionamos
conforme lo que vimos de niños en casa?
Vivir enojado con el mundo es una forma de enmascarar la propia vulnerabilidad.
Si a uno no le enseñan a reconocer las emociones en las situaciones cotidianas,
si aprendió que la única expresión que tiene el poder de modificar o controlar
situaciones es el enojo, entonces éste se convierte en el principal motor de relacionamiento. Al cabo del tiempo, lo que
ocurre es que los demás no manifiestan su respeto por lo que somos, sino que se
alejan porque nos temen.
Otra de las fuentes del enojo es la frustración.
Imaginemos que los padres (entre ellos y con sus hijos), no construyen las
condiciones para que el otro exprese sus necesidades o su personalidad.
Imaginemos que no hay respeto por la singularidad y que los límites, no se
hacen respetar a través de la comprensión, sino del autoritarismo.
Lo que ocurre al cabo del tiempo es que esos hijos, cuando se vuelven
adolescentes o adultos, tienen una pésima relación con cualquier figura de
autoridad, porque la miran como un elemento represor y no como un instrumento
social de organización que permite expresarse con libertad, pero sin dañar a
los demás.
En el otro extremo, están aquellos que no se
permiten manifestar su enojo porque cuando lo hicieron, fueron
duramente rechazados o silenciados. Contrariamente a lo que
se piensa, el enojo no desaparece. Mientras la situación o la necesidad no sean
atendidas, el enojo permanece y se acumula hasta convertirse en
tristeza, rencor y enfermedad. La ruta para
reconocer el enojo y aceptarlo es larga, pero es necesario recorrerla para no
autodestruirse, ni destruir nuestras relaciones interpersonales.
Pues, tras esta máscara de enojo, se esconde
un <niño herido>, que se presenta como un adulto susceptible a cualquier
estimulo que interprete como ataque, todo el tiempo se sentirá amenazado e irá
por la vida con el sable desenvainado: es muy común que justifiquen sus
reacciones, identificándolas como una defensa legitima ante la vulneración
“constante” de sus derechos. Sin embargo, es importante poner en contexto los
hechos, y disgregar cuales son objetivos y cuales son subjetivos, como que tan
real es la amenaza que lo acecha.
En las sesiones de coaching, cuando se
plantean objetivos respecto a autorregular emociones como el enojo, planteamos
un sencillo ejercicio, auto cuestionar el enfado y escribir para disgregar lo
que siento y lo que pienso respecto al hecho en cuestión: OJO, HECHO EN
CUESTIÓN, no PERSONA en cuestión, a fin de despersonalizar la situación, para
aprender a observarnos fuera del drama.
Entonces, la próxima vez que digas “No sé qué
me paso?”, “Por qué reaccioné tan mal?”, “Es que todos están en mi contra?”, “Ellos
me atacan?”… Pregúntate además, qué necesidad tengo - ahora mismo - que estoy
evadiendo a través del enojo exacerbado?
Y para ti, que convives en un espacio con
alguien que siente el enfado intensamente, haz el ejercicio de observar desde dónde
viene la reacción, realmente es contra ti?... Podrás descubrir que hay personas
que libran batallas dentro de sí mismas y no lo saben…
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