R̳e̳l̳a̳c̳i̳ó̳n̳ ̳c̳o̳n̳ ̳p̳a̳p̳á̳ ̳d̳e̳s̳d̳e̳ ̳e̳l̳ ̳p̳u̳n̳t̳o̳ ̳d̳e̳ ̳v̳i̳s̳t̳a̳ ̳d̳e̳ ̳l̳a̳s̳ ̳C̳o̳n̳s̳t̳e̳l̳a̳c̳i̳o̳n̳e̳s̳ ̳F̳a̳m̳i̳l̳i̳a̳r̳e̳s̳
Por: Lourdes Avellaneda - Coach Ontológico - Facilitadora en Intervenciones Sistémicas - Maestra en Comportamiento Organizacional y Recursos humanos
Fue en el año 2020, durante la pandemia, cuando decidí llevar un Taller de Constelaciones Familiares y grande fue mi sorpresa, al conocer información importante referida a la relación con mis padres y como ésta, se vincula con lo sistémico.
El padre y la madre engendran una vida a la que se le llamó hijo o hija. Un hijo o una hija es una vida concebida por unos padres. Reconocernos como hijo o hija de nuestros padres, simultáneamente nos hace reconocernos como vida engendrada por ellos. Y cuando llega la muerte, la filiación permanece y se transmite genéticamente a todos los descendientes.
Soy “hijo de…” me hace pertenecer para siempre. En la vida y en la muerte, seguiré siendo “hijo de…”. Las actuaciones y vivencias emocionales de la persona se memorizan en los genes de los familiares vivos, de un modo particularmente intenso. Con ello, se permite que nuestra vida fluya espontáneamente en el respeto de la jerarquía natural, de la pertenencia y del equilibrio entre dar y recibir.
En efecto, soy “hijo o hija de…” me coloca en mi lugar y me permite pertenecer. Así, de un modo instintivo, equilibro lo que recibí de mis padres, sostenido con mis ganas de vivir y lo que doy a mi entorno.
Desde una mirada sistémica, es importante tener en cuenta lo siguiente:
No reconocerme como “hijo o hija de…” es causa o consecuencia de mi rechazo de la jerarquía natural.
No reconocerme como “hijo o hija de…” me aleja de mi grupo de pertenencia, provocando en mi exclusión de otros y de mí misma.
No reconocerme como “hijo o hija de…” me impide desear devolver la vida recibida de mis padres. No puedo cumplir con “el equilibrio entre dar y recibir”.
Como dice #BertHellinger, sólo conocemos las órdenes del amor por sus efectos. Si hemos tomado a nuestros padres, estas órdenes son respetadas de un modo implícito. Es el rechazo a los padres, por ende a la vida como es, lo que provoca los desórdenes y la necesidad de conocer estos órdenes del amor.
Fue muy importante para mi, conocer de esta información para darme cuenta de muchas cosas.
El siguiente texto esta dirigido a ti papá, 𝐋𝐮𝐢𝐬 𝐅𝐞𝐫𝐧𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐀𝐯𝐞𝐥𝐥𝐚𝐧𝐞𝐝𝐚 𝐌𝐚𝐮𝐫𝐲𝐭, quien tempranamente se fue de este mundo, y a quien hoy honro y agradezco por la vida.
“𝑁𝑜 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑙𝑎 𝑜𝑝𝑜𝑟𝑡𝑢𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑣𝑒𝑟𝑠𝑎𝑟 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜, 𝑦𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑚𝑢𝑦 𝑐𝑎𝑙𝑙𝑎𝑑𝑎 𝑦 𝑡𝑖́𝑚𝑖𝑑𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑎𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎𝑟𝑚𝑒 𝑎 𝑡𝑖, 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖́𝑎 𝑡𝑒𝑚𝑜𝑟 𝑎𝑙 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟𝑙𝑜, 𝑒𝑟𝑎𝑠 𝑚𝑢𝑦 𝑟𝑒𝑛𝑒𝑔𝑜́𝑛, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑠𝑜 𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑔𝑛𝑖𝑓𝑖𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑖𝑒𝑟𝑎.
𝑅𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑒́ 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑠𝑜𝑙𝑎𝑑𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑙 𝑟𝑒𝑐𝑖𝑏𝑖𝑟 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑡𝑎 𝑡𝑢𝑦𝑎 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑡𝑖𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑙𝑒𝑔𝑖𝑜, 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖́ 𝑢𝑛𝑎 𝑖𝑛𝑚𝑒𝑛𝑠𝑎 𝑎𝑙𝑒𝑔𝑟𝑖́𝑎 𝑑𝑒 𝑠𝑎𝑏𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 ℎ𝑎𝑏𝑖́𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜, 𝑦 𝑙𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑠𝑎𝑠 𝑙𝑖𝑛𝑑𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑚𝑒 𝑑𝑒𝑐𝑖́𝑎𝑠, 𝑎𝑢𝑛 𝑔𝑢𝑎𝑟𝑑𝑜 𝑒𝑠𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑡𝑎 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑚𝑢𝑦 𝑓𝑒𝑙𝑖𝑧 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑚𝑖.
𝑆𝑖 𝑡𝑒 𝑡𝑢𝑣𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑓𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎 𝑚𝑖 𝑝𝑎𝑝𝑖𝑡𝑜, 𝑡𝑒 𝑑𝑖𝑟𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑜𝑔𝑟𝑒́ 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑧𝑎𝑟 𝑚𝑖𝑠 𝑚𝑎𝑦𝑜𝑟𝑒𝑠 𝑠𝑢𝑒𝑛̃𝑜𝑠 𝑦 𝑎𝑢́𝑛 𝑙𝑜 𝑠𝑖𝑔𝑜 ℎ𝑎𝑐𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜, 𝑒𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑠𝑒𝑔𝑢𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑟𝑖́𝑎𝑠 𝑚𝑢𝑦 𝑜𝑟𝑔𝑢𝑙𝑙𝑜𝑠𝑜 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑟 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑒 𝑙𝑜𝑔𝑟𝑎𝑑𝑜, 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑠 𝑢𝑛𝑜𝑠 𝑛𝑖𝑒𝑡𝑜𝑠 𝑚𝑎𝑟𝑎𝑣𝑖𝑙𝑙𝑜𝑠𝑜𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑎 𝑚𝑖 𝑚𝑎𝑚𝑎́, 𝑦 𝑡𝑒 𝑎𝑔𝑟𝑎𝑑𝑒𝑧𝑐𝑜 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑝𝑜𝑟 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎, 𝑙𝑎 𝑐𝑢𝑎𝑙 𝑡𝑜𝑚𝑜 𝑡𝑎𝑙 𝑦 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑒𝑠, 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑠𝑖𝑟𝑣𝑒 𝑑𝑒 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑟 𝑠𝑖 ℎ𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝑓𝑢𝑒 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑓𝑢𝑒, 𝑦 𝑙𝑜 𝑡𝑜𝑚𝑜 𝑡𝑎𝑙 𝑐𝑢𝑎𝑙, 𝑟𝑒𝑠𝑐𝑎𝑡𝑜 𝑦 𝑣𝑎𝑙𝑜𝑟𝑜 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑚𝑜𝑚𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑎𝑙𝑒𝑔𝑟𝑖́𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑢𝑑𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑟𝑡𝑖𝑟, 𝑠𝑖𝑛 𝑗𝑢𝑧𝑔𝑎𝑟, 𝑠𝑖𝑛 𝑐𝑟𝑖𝑡𝑖𝑐𝑎𝑟, 𝑙𝑖𝑏𝑒𝑟𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑚𝑒 𝑠𝑖𝑟𝑣𝑒𝑛, 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑒𝑡𝑜 𝑦 𝑎𝑚𝑜𝑟.
𝐸𝑥𝑡𝑟𝑎𝑛̃𝑜 𝑛𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑖𝑚𝑎𝑔𝑖𝑛𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 ℎ𝑢𝑏𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑠𝑖𝑑𝑜 𝑐𝑒𝑙𝑒𝑏𝑟𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑎𝑐𝑜𝑛𝑡𝑒𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑓𝑎𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎𝑟 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑚𝑖 𝑚𝑎𝑡𝑟𝑖𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜, 𝑒𝑙 𝑛𝑎𝑐𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑚𝑖𝑠 ℎ𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠. 𝑇𝑒 𝑙𝑙𝑒𝑣𝑎𝑟𝑒́ 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑝𝑒𝑛𝑠𝑎𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜, 𝑟𝑒𝑐𝑜𝑟𝑑𝑎́𝑛𝑑𝑜𝑡𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑚𝑢𝑐ℎ𝑜 𝑐𝑎𝑟𝑖𝑛̃𝑜, 𝑛𝑜 ℎ𝑎𝑦 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑟𝑒𝑝𝑟𝑜𝑐ℎ𝑎𝑟 𝑛𝑖 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑜𝑛𝑎𝑟, 𝑠𝑜𝑦 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑜𝑦 𝑔𝑟𝑎𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑎 𝑡𝑖…𝑡𝑢 ℎ𝑖𝑗𝑎 𝐿𝑢𝑙𝑎”.
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